martes, 27 de noviembre de 2007

Más que corto metraje, corto montaje


Durante los últimos años de mi vida no fui lo que se puede decir una fanática de los cuentos o de las novelas. Pero las veces que me enfrenté a esos inmensos mundos desconocidos y llenos de sorpresas pude descubrir que había alguien detrás de esos papeles blancos y esos caracteres negros. Alguien que me guiaba mientras recorría mi camino de lectura llevándome por las rutas de la historia y explicándome qué venía primero y qué después.

Pero esta vez fué diferente. Cuando tuve en mis manos "Cortísimo metraje" de Julio Cortázar y me atreví a empezar a leer o mejor dicho cuando me animé a entrar en su mundo me sentí sola, sin nadie allí atrás de las letras esperando que empiece mi lectura para guiarme. O a lo mejor, sí había alguien. Pero ese alguien no parecía en lo absoluto tener ganas de contarme nada. Recitaba sin ganas los hechos como títulos del diario. Hasta a veces se salteaba verbos o sujetos. ¡Qué narrador tan extraño! pensé. Mejor dicho, ¡qué narrador tan vago!

Fue por eso que tuve que hacerme cargo yo misma de mi "comprensión lectora". Empecé a ver imágenes cortas que aparecían un instante y se iban, como cámaras de fotos que se encontraban en el lugar de la acción y me mostraban los negativos para que me entere de qué estaba sucediendo.

De repente vi al vendedor de entradas, compré una, agarré los pochoclos y ya estaba sentada frente a la pantalla del cine preparada para seguir pasando las diapositivas de la historia por mi mente. La cinta empezó a correr y vi a un hombre en su auto recorriendo las rutas montañosas del país francés. La película siguió y aunque no parecía que iba a ser muy entretenida continué allí sentada. De repente una muchacha subió al automóvil y después de escuchar una corta conversación entre ambos no entendí que pasó. Manos que iban, manos que venían, el auto que se metía en el bosque, pero faltaba algo. Era como si me estuviesen contando la historia a medias. Nunca antes había tenido la sensación de que sabía que algo en la historia estaba pasando pero no diferenciaba quién realizaba cada cosa.

Debo admitir que en ese momento estuve a punto de levantarme de mi asiento e irme. Pero algo me detuvo. De la pantalla se oyó un disparo y luego vi frente a mis ojos la figura de la mujer robando el dinero del pobre hombre y huyendo en su auto. ¡Qué desgracia! pensé. Y al terminar la película doblé el texto de Cortázar, lo guardé en mi bolsillo y caminé un rato largo como cuando se sale del cine tratando todavía de analizar lo que pudo haber sucedido e intentando darle una vuelta de tuerca a la historia.

Cindy Rozental.

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