miércoles, 28 de noviembre de 2007

Trámites para una visa



Esto de ninguna manera va a empezar como “yo leí ‘El Extranjero’” no puede empezar así. Digo no puede porque no fue tan simple como sentarme y leer, tan automático como suena. Mi primera intención fue de leer Rayuela de Cortázar, pero después de estar tres semanas diciendo “mañana empiezo”, miro el calendario y veo que me queda solo una.

Me acuesto en mi cama un sábado a la mañana y empiezo por el primer capítulo. Leo el primer renglón, la primera oración. Las palabras quedan muy bien así todas juntas, pero entender el significado de la frase se torna particularmente trabajoso. Después de estar cerca de media hora para haber leído y procesado unas 5 páginas, caí en la cuenta de que me faltaban más o menos 440 para poder dar el libro por leído. ¡Qué problema! Entonces, mal que me pese, abandoné.

El lunes escuché de lo corto que era La metamorfosis de Kafka. “Sólo 30 páginas de computadora”. Considerando que me quedaba menos de una semana para leerlo decidí ir por lo fácil. “Tengo toda la vida para leer los libros de la lista que me llamen la atención ”. Esa tarde, tras grabar a fuego en la mente de mi hermano el cartel de “muerte al que entre sin golpear y muñón al que golpee”, me senté a leer en la tranquilidad de mi cuarto. Y en esa misma tranquilidad desperté una hora y media después habiendo leído 9 paginitas (no de las de computadora, del libro, que son más cortas). Se ve que la racionalidad no funciona para esto, no es que uno se sienta, pone el switch en on y lee.

Pidiendo recomendaciones (cosa difícil, porque prácticamente todos habían leído, empezado o tenían planeado leer el mismo libro, uno que mi cuerpo se rehusaba a aceptar) terminé por conseguir prestado El Extranjero de Albert Camus. Me lo devoré en dos tardes.
La tercera es la vencida.

El libro me encantó, pero vale aclarar que es como si los primeros diez capítulos fueran introductorios, y el último es donde se desarrolla la mayor intensidad. Me atrevo a decir que las últimas páginas merecerían un análisis aparte, prestándole atención a cada palabra.

Ya entrando en detalle, El Extranjero es un libro que atrapa por su simpleza, en la que reside todo su encanto, porque transmite ese sentimiento de monotonía, que es el que tiene Meursault en su vida. Pareciera que no le importa nada, pero también se lo ve inseguro, y muy crítico en general. Esta inseguridad es visible también en sus respuestas complacientes, faltas de peso propio, sin contradecir. Como quien teme que lo que dice no caiga bien, a pesar de que actuar así lo lleva a decir cosas que en el fondo, muy en el fondo, no quiere.

Esta sensación de “extranjerismo” está dada también por la forma en que está escrita la novela. Al no haber diálogos todo lo que uno como lector ve, lo ve particularmente desde afuera; paradójicamente, los únicos diálogos están en los puntos de mayor alienación de Meursault, cuando está preso, saltando bruscamente de sus estados de mayor integración.

Su funcionamiento a nivel humano es bastante matemático, acción y reacción, recibe un estimulo y sin procesarlo reacciona. Procesarlo representaría pensar en eso, y eso eventualmente lo podría llevar a sentir, que es a lo que él teme. Se podría decir entonces que es un hombre extremadamente sensible, que desarrolló una coraza a su alrededor para protegerse, ya que lo que para cualquiera representaría un moretón, en él es una fractura.

La forma en que él se va acercando a sus sentimientos es interesante, a medida que avanza el libro lo vemos cada vez más enajenado, hasta que en un momento dentro de prisión, cuando uno pensaría que no podría sentir menos, empieza a tener miedo. Como consecuencia del miedo aparece la esperanza de que los motivos de sus miedos no lleguen a cumplirse, y esta esperanza es sobrepasada por el miedo a la desilusión.

Su falta de deseos, ambiciones, esperanzas, "etéceteras", podría verse como un temor a la decepción, como se ve cuando está preso, que prefiere estar todas las noches esperando la muerte y alegrarse porque ésta no llega, a estar resistiéndose a la idea y desmoronarse cuando realmente suceda. Lo tortura la idea de no tener una alternativa, tener la seguridad absoluta de que los acontecimientos se van a suceder de una determinada manera, y no poder librarse del sistema impuesto. Se ve a sí mismo asistiendo a ejecuciones, y así se corre del lugar del condenado, y se pone en el lugar de alguien libre, que presencia cómo ejecutan a otro.

En un primer momento, al ver al capellán, todo vuelve para atrás. Pero termina cediendo ante la presión y cede como un dique que sostiene millones y millones de litros de agua esperando por salir. Cuando esta presa se rompe, primero le dice que la vida que desearía tener es una vida en la que pudiera recordar la que tiene. Por un lado, esto puede interpretarse como un deseo de ver su vida claramente, que era algo que aparentemente no podía hacer (matar al árabe fue algo que hizo reactivamente, por falta de claridad). Y por el otro, una necesidad de terminar de separarse de su vida, ser realmente un extranjero.

Y culminando con una explosión de sentimientos revueltos en un torbellino con un tono bastante marcado por la adrenalina saca todo lo que acumuló a lo largo de toda su vida, y así puede terminar en paz.

¿Cuándo? Lo único que sabemos con respecto al tiempo es que todo transcurre entre la muerte de su madre y la de él, ya que la novela empieza con un dudoso “Hoy”, que puede significar ayer o hace dos días, y termina con la expectación de la ejecución. Ya sin miedo ni indiferencia, expectación. El bloqueo en el que él se encontraba se terminó, ahora el motivo para vivir, o morir, es el de provocar un sentimiento en otro, aunque más no sea de odio.

Guido Galicer

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